"Había mar de fondo. Hacía resaca en la costa. Estaba de pie al borde del pozo natural que formaban las rocas de la playa.
Ensimismado, pensaba en el compromiso de la noche. La chica me iba a presentar a sus padres. Creo que me estaba entrando el temor a la idea del compromiso matrimonial.
Sin saber cómo me vi cayendo hacia el agua. No me había lanzado voluntariamente.
Cuando iba por el aire me di cuenta de que la resaca había retirado casi todo el agua.
No había remedio. En la vida jamás se puede volver atrás.
Choqué con el mar. Toqué con las dos manos la arena del fondo, pero no bastó la reacción para frenar la inercia.
Vi la arena. No era posible evitar el choque de la cabeza.
Con el ángulo que llevaba de entrada en el agua, lo lógico era tocar con la cara, pero un reflejo instintivo me hizo inclinar la cabeza hacia delante.
La cabeza pegó en la arena. El cuerpo quiso dar el tumbo, pero la presión del agua lo impidió. Sonó un chasquido, como el romperse de unas ramas al pisarlas. Como un pequeño y desagradable calambre recorrió mi espina dorsal y el cuerpo entero.
Me acababa de fracturar la espina cervical por la séptima vértebra.
Después del choque me quedé en el fondo, como un muñeco de trapo. Los brazos y las piernas colgaban hacia abajo. El cuerpo comenzó a ascender hacia la superficie. Despacio, muy despacio. Yo intentaba moverlos, pero ellos seguían inermes, como si nunca me hubiesen pertenecido.
Mi cuerpo alcanzó la superficie. Cesó todo movimiento. Sólo me quedaba el pensamiento...
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